El lector de la era digital: menos fiel, ¿mejor informado?

Hoy hemos tenido noticia, gracias al blog 233 Grados, de que un estudio elaborado por el norteamericano Pew Research Center afirma que «el 92 por ciento de los estadounidenses utiliza a diario varias plataformas para acceder a la información, desde cadenas nacionales y locales de televisión hasta internet, prensa y radio, y sólo el 7 por ciento continúa siendo fiel a un solo medio». No estamos ante un hallazgo novedoso,  pero se trata cuando menos de la constatación rigurosa y respaldada por estadísticas de una realidad que veníamos comprobando hace ya tiempo. A medida que los medios digitales afianzan su parcela en el terreno de la comunicación, nos acercamos al fin de la imagen de marca, de la credibilidad incontestable de las cabeceras y la fidelidad inquebrantable de los lectores a sus medios de referencia. ¿Reímos o lloramos?

Con Internet, no sólo la oferta informativa se ha ampliado sino que, además, el perfil de lector ha cambiado sustancialmente. Ya no nos encontramos ante el parroquiano leal que cada mañana acudía al quiosco a reforzar sus planteamientos ideológicos, a nutrir sus ya atrincherados prejuicios o, simplemente, a recabar argumentos para defender sus posturas en la tertulia del café de la mañana. El lector – o, para ser precisos, usuario – de los medios digitales está arrinconando las verdades absolutas, se está quitando las gafas del servilismo político y parece que empieza a desengancharse de la pereza vocacional que le impedía abrir más de un diario en épocas pasadas. Por supuesto, hay indicios que pueden presentarse en contra de esta afirmación:

1. El mero hecho de diversificar las fuentes no significa diversificar los contenidos. Entre otros factores, el auge del periodismo de declaraciones, en el que la palabra de un personaje público encabeza los titulares, contribuye peligrosamente a la homogeneización de las noticias. Y, más aún, si aceptamos la extendida leyenda popular (a veces cierta) de que los medios digitales se limitan a copiar y pegar notas de prensa de las agencias, entonces ni siquiera podemos sentenciar que se esté produciendo una diversificación de las fuentes. Al final de la cadena siempre están los mismos.
2. La televisión tiende al sensacionalismo y la radio cada vez se encuentra más politizada. Si damos por buenos estos argumentos, la idea general que el lector se forma al consultar fuentes diversificadas de información no es más que una amalgama de contenidos de pseudo-entretenimiento televisivo y periodismo de declaraciones pasado por el tamiz ideológico de la emisora de turno.
   

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3. A menudo, la simple acción de entrar en más de un medio digital no significa leerlos todos. Es frecuente ignorar en uno de ellos las noticias que ya se han leído en el anterior, y aún más frecuente (por desgracia) realizar un simple escaneo visual de la portada y pinchar solamente en aquello que de verdad nos resulta interesante. En cualquiera de los dos casos, el lector no sale mejor informado de Internet de lo que salía de la lectura de una sola cabecera impresa.

Y estas son sólo tres de las posibles objeciones que se pueden presentar al argumento de que el ciudadano de nuestros días se encuentra, a causa de atender a una diversidad de medios, mejor informado que el de hace diez o quince años. Sin embargo, yo quiero pensar que sí. Que el lector verdaderamente ávido de conocimiento encuentra en Internet un manantial prácticamente inagotable de aguas de las que beber. Y que es sólo el tipo de lector que no ha vencido lo que he llamado «pereza vocacional» el que navega por la web de isla en isla sin echar el ancla en ninguna, y sin aprender nada de los nativos que las habitan.